2 de junio de 2014

Encontrándose

 Llegó, por fin, al lugar en el que habían acordado encontrarse. Resultó ser el mismo sitio en el que habían quedado tiempo atrás la primera vez que se llamaron sabiendo que se gustaban. Se acercó, se aproximó suavemente por detrás y se sentó a su lado. No le dirigió una mirada, ni una palabra, simplemente se sentó a su lado. Tanto tiempo hacía ya que no se veían... Se sentó a su lado y dejó volar una cadencia de silencio dulce.

- Nunca antes había visto una chica tan hermosa – dijo él volviéndose a enamorar.

 Ella no le contestó, solamente escuchó su grave y aterciopelada voz acariciándole los oídos. Mas sus mejillas sí se sobresaltaron. Cerró sus ojos de azabache, sus pequeñas ventanas al mundo, y planeó en su imaginación; creó un mundo entero con él, un lugar de los dos, solamente para ellos. Él acercó su mano en un momento infinito, esperando el conocido tacto de las de ella, de sus delicados dedos finos, de su piel. Duró toda una vida, aquel instante, toda una vida de un momento. Toda una vida llena de fuego interior, rebosante de ganas de acabarla, de morir y pasar a la siguiente. En el límite de ese tiempo, tocó su mano, sintió maravillosamente el tacto de su piel, de sus dedos, y un rayo con su trueno recorrió su cuerpo resucitándolo, devolviéndolo a lo que realmente era vivir, ser. Volvió a sentir de nuevo, tardando una minúscula fracción de segundo; él acababa de volver a sí mismo gracias a ella y el tacto de su mano: ella, con su mano y sin darse cuenta, lo había traído de vuelta.

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