5 de junio de 2014

Declaración




http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/da/Jane_Avril_Leaving_the_Moulin_Rouge_Henri_de_Toulouse-Lautrec_1892.jpeg
Jane Avril - Toulouse-Lautrec
 
Declaro
mi amor a la palabra.
Y la guerra
a la hosquedad de las espaldas,
a los suelos
que distraen las miradas
de las personas que no quieren saludar.

Declaro mi amor por ti,
por tu cuerpo,
por el fresco aroma que dejas
cuando pasas y todo se para
cuando vuelves y todo camina.

Las luces
son destellos de esperanza
que guían a los navíos en esta tierra
que se llama abatimiento. 
Las luces, también,
son adioses y esbirros del destierro.

De ti, aún,
no sabría qué decir;
si una luz que guía
o un faro que despide,
una persona que acompaña
o una dama que me vuelve a rechazar.


 Jandro DQ.


2 de junio de 2014

Encontrándose

 Llegó, por fin, al lugar en el que habían acordado encontrarse. Resultó ser el mismo sitio en el que habían quedado tiempo atrás la primera vez que se llamaron sabiendo que se gustaban. Se acercó, se aproximó suavemente por detrás y se sentó a su lado. No le dirigió una mirada, ni una palabra, simplemente se sentó a su lado. Tanto tiempo hacía ya que no se veían... Se sentó a su lado y dejó volar una cadencia de silencio dulce.

- Nunca antes había visto una chica tan hermosa – dijo él volviéndose a enamorar.

 Ella no le contestó, solamente escuchó su grave y aterciopelada voz acariciándole los oídos. Mas sus mejillas sí se sobresaltaron. Cerró sus ojos de azabache, sus pequeñas ventanas al mundo, y planeó en su imaginación; creó un mundo entero con él, un lugar de los dos, solamente para ellos. Él acercó su mano en un momento infinito, esperando el conocido tacto de las de ella, de sus delicados dedos finos, de su piel. Duró toda una vida, aquel instante, toda una vida de un momento. Toda una vida llena de fuego interior, rebosante de ganas de acabarla, de morir y pasar a la siguiente. En el límite de ese tiempo, tocó su mano, sintió maravillosamente el tacto de su piel, de sus dedos, y un rayo con su trueno recorrió su cuerpo resucitándolo, devolviéndolo a lo que realmente era vivir, ser. Volvió a sentir de nuevo, tardando una minúscula fracción de segundo; él acababa de volver a sí mismo gracias a ella y el tacto de su mano: ella, con su mano y sin darse cuenta, lo había traído de vuelta.