28 de mayo de 2014

Canon

Admiro el perfecto enunciado que es tu sonrisa:
está ordenada perfecta, de forma
enteramente armónica –como si siguiese
los postulados de alguna sacra retórica.
Podría pertenecer a cualquier poema de Horacio,
Juan Ramón o Ángel González. Mejor González:
«Si yo fuese dios
y tuviese el secreto
haría un verso exacto a ti
(y sí:
creo que también
te probaría con la boca)».
Admiro la claridad que es tu sonrisa
las noches en que rentabilizo las horas
a la manera de los ascetas. También las albas
en que me bastan solamente dos versos
para amarte en total plenitud:

Ayúdame, musa, a cantar
lo que solo tú y yo sepamos.

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