Estamos preparados para sobreponernos.
Pero quizás no. Quizás es
nuestra más mimada ilusión.
Como una cebolla, capa a capa,
sin contarlas,
que al final se desintegra;
que se queda en nada.
Es la poca preocupación que me transmite
el no restar sus pieles:
de esto emana el alma del desaliento.
No estamos preparados para sobreponernos.
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