Si me llamase
Alejandro
y me apellidara
Fernández,
dejaría de matar el
tiempo con las plumas,
de arrancar miradas
muertas y,
de joder las siestas
de la gente...
Si fuera el tipo ese,
me preocuparía por
leer al último poeta,
por mirar de seguir desvelando
las noches tempranas,
por buscar, de alguna
manera en algún lugar,
un día con mañana,
tarde y noche.
Si fuese el tío de
los ojos oscuros,
el pelo carcomido en
la entrada,
la barba que tapa su
cara
la voz que utiliza
para incordiar
y estropear tímpanos,
con mil dedos en una
mano rota
que engaña para que describan
poesía…
Si me apellidara Fernández,
quizás no me llamase Alejandro,
pues el viento se
llevó mi nombre
y lo dejó tirado en
alguna escombrera del norte...
Jandro.
Jandro.
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