Sí. La llanura me espera, me
contempla. Yo, chulo caminante incesante, sonrisilla, sombrero, botas
y espuelas. Envuelto en cueros y vaqueros, y en la cabeza una
canción. El viento acaricia mi cara, juega con mi barba y me permite
ir. Esta es mi situación, voy al horizonte a encontrarme conmigo
mismo. Sin esperar nada, sin provocar nada; con la vida me basta. El
sol quema la arena, las rocas y derrite la carretera. Juego a ser
Satán.
Por tridente una guitarra y por hogar
unos acordes. Acordes que recuerdan a Mojave, a las casuchas de los
viejos con barba, sombrero, botas y espuelas y una espiga de trigo
entre los dientes, a las tierras de Lucky Luke. Camino hacia
adelante, incansable, bajo el sol abrasador, sobre la lava de los
bordes de la carretera, solitario y tranquilo, con calma. Al fondo
una montaña se alza retándome, me espera. Yo sé cómo va esto, ya
lo he hecho más veces: caminas varios días, semanas o incluso un
par de meses, hasta que encuentras ese sitio, tu lugar, donde
consideras que encajas, que formas parte. Allí es donde descansas,
no antes, aunque poco a poco te desgastas al caminar, pero un hombre
rudo no se rinde por andar, no cae en abandonar. Sigues hacia
adelante porque solo así llegas a tu sitio. Entonces, cuando llego,
existo. Y ahora solo me importa ser. Agarro fuerte mi guitarra y
vuelo en mi mente. Mis dedos corren por el mástil, pisan trastes y
rasgan las cuerdas. La canción que tenía en mi cabeza nace de mis
dedos. Juego a ser Hank Williams, juego a ser Johnny Cash.
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Desierto de Mojave. California. |
Mi relato, la historia de mi viaje
hasta aquí, son las notas, los acordes, la armonía y melodía que
he creado. Me lo leo varias veces: mil, diez mil, hasta que lo he
vuelto a hacer parte de mí, hasta que me canso, hasta que basta.
Entonces me incorporo despacio, sin prisa, cómodamente. Dejo de ser
parte del entorno, me sacudo, me limpio y pienso. Dejo la guitarra
con la canción en el lugar. Y me olvido de todo, nunca vuelvo a
recordarlo, ese momento habrá sido único y exclusivo. De principio
a fin. Me olvido de todo, del viaje, del sol, del suelo, del calor,
de Mojave, de las casuchas, de los viejos, de Lucky Luke. De la
montaña, de la llanura, del lugar, de la guitarra, de la canción,
de mí. De Satán, de Hank Williams y Johnny Cash. Juego a ser
Leonard Shelby.
No sé dónde estoy, pero sí de dónde
vengo y hacia allí me voy.
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